La Organización Panamericana de la Salud impulsa que los
gobiernos adopten la categoría de alimentos ultraprocesados para identificar a
los productos más nocivos. Pero los expertos señalan que se puede terminar
confundiendo a la gente.
A raíz del fuerte crecimiento de la obesidad, la
Organización Panamericana de la Salud (OPS) propuso en el último tiempo un
perfil de nutrientes para la región con el que busca concientizar y ayudar a
que los países tomen medidas a fin de lograr una mejor alimentación. Así, se
estableció que los alimentos pueden dividirse en cuatro categorías: los que son
sin procesar o mínimamente procesados, los ingredientes culinarios, los
procesados y los ultraprocesados. Estos últimos, se convirtieron en el eje de
los debates más recientes en materia de alimentación saludable. Es que los
ultraprocesados son los productos industriales que cuentan con 5, 10, 20 o más
ingredientes que normalmente no son de uso culinario hogareño, contienen
sustancias sintetizadas y aditivos. Los ejemplos más comunes son los snacks,
las gaseosas, fideos instantáneos, empanados de pollo. Y una característica
común de estos alimentos, es que vienen envasados y listos, o casi listos, para
comer.
En general, tienen bajo valor nutritivo y alto contenidos de
grasas, azúcares y sal.
Pero en Argentina, esta clasificación que incluye a los
ultraprocesados (y que no es la misma que se aplica en Europa o Estados Unidos)
parece no ser muy bien recibida entre los especialistas locales.Hace unos días
se realizó en Buenos Aires un encuentro en la Universidad Barceló en el que se
debatió el tema y varios expertos plantearon críticas.
La doctora Mónica Katz, especializada en nutrición y miembro
de comisión directiva de la Sociedad Argentina de Nutrición, participó de ese
encuentro y consideró que esta nueva clasificación “sólo sirve para generar más
temor y confusión en la gente”. Lo dice porque, de implementarse, un sachet de
leche o un pote de yogur, por ejemplo, quedarían en la misma categoría que
golosinas, hamburguesas y salchichas.
No obstante, Katz sí considera que el mercado de alimentos
requiere un cambio de paradigma, pero plantea que debe ser “desde la cantidad y
la calidad”. Según la especialista, al plantear como malo lo ultraprocesado, se
está cuestionando “un procesamiento que es necesario, como por ejemplo procesar
la leche”. Y añade: “En este planteo hay un problema semántico, confunde el
procesamiento con la receta del producto. Es una confusión total. Lo que
enferma es la fórmula de un producto, no el hecho del procesamiento, por eso
creo que confunde”.
Y da un ejemplo: “Si tu abuela usó un pan de manteca
completo, para hacer una torta, para la OPS eso está bien. O si tu tía le pone
una cucharada de azúcar a cada mate que ceba, también. Porque el ingrediente
culinario no está cuestionado. Entonces, lo que tenemos que hacer es mejorar la
receta del producto”.
Consultado por Clarín, Alberto Cormillot, coordinador de
Alimentación Saludable del Ministerio de Salud, coincidió: “Creemos que no es
necesaria esa clasificación, sí creemos que es conveniente bajar las grasas,
azúcar y sal de los alimentos, pero la idea de ultraprocesado, como concepto,
no”. Cormillot consideró que el procesamiento de alimentos, en sí, no es algo
malo. “La leche gracias a Dios es procesada, las manzanas después de un proceso
de limpieza, son procesadas”, ejemplificó. En cuanto a las medidas que tiene en
agenda el Ministerio de Salud para mejorar la alimentación de los argentinos,
Cormillot afirmó que en estos días se firmará con la Copal (Coordinadora de las
Industrias de Productos Alimenticios) un acuerdo marco que apunta a “reducir el
azúcar, grasas y sal de los alimentos”. Una vez que ese acuerdo está firmado,
habrá reuniones con cada una de las industrias para buscar acuerdos a fin de
lograr una reducción de esos nutrientes que son nocivos para la salud.
Marcela Reyes, que integra la Unidad Nutrición Pública de la
Universidad de Chile y que participó como parte de la secretaría de la OPS que
definió el nuevo perfil de nutrientes, dijo que lo que se buscó es “salir de la
mirada reduccionista de nutrientes y de cómo los nutrientes pueden provocar
ciertas patologías, para pasar a hablar de los alimentos que contienen esos
nutrientes. Porque comemos alimentos, no nutrientes. Precisamente, esa
terminología ha sido generadora de confusión”.
“Que si el colesterol es bueno o es malo, las grasas
saturadas son buenas o malas, y es un péndulo de la nutrición. Parte de la
confusión se da por mirar los nutrientes y no los alimentos”, añade Reyes. Y da
ejemplos: “Los lácteos no son todos buenos. La oferta es muy amplia. Desde la
perspectiva de la obesidad y las enfermedades crónicas, una manzana confitada
es más parecida a una leche con azúcar que a una manzana recién salida del
árbol”. Y explica que lo que se buscó fue simplificar: “Hay muchas maneras de
clasificar los alimentos, esta es una de las propuestas más sencillas”,
sostiene. Y agrega que según demostraron varios estudios, quienes basan su
dieta en alimentos mínimamente procesados e ingredientes culinarios, se
alimentan según lo que la OMS definió como saludable. “Por lo tanto, los
alimentos procesados y ultraprocesados no son necesarios para una buena
alimentación”, agrega Reyes.
Cormillot destacó que en el país vienen dando buenos
resultados las medidas que se adoptaron como la reducción de sodio y la
eliminación de las grasas trans. El próximo paso será avanzar sobre el
marketing y publicidad destinada a niños, así como revisar qué productos se
venden en los kioscos escolares. Aunque todavía no está definido cómo se
Lorena Allemandi, directora del área del área de políticas
de alimentación saludable de la Fundación Interamericana del Corazón de
Argentina destaca que “tener un perfil de nutrientes es importante para el
diseño de cualquier política. Con eso se intenta dar una herramienta más, para
que los países diseñen sus propias
políticas, para la prevención de la obesidad infantil”.
“Es importante tener un perfil de nutrientes para el diseño
de cualquier política, para establecer qué consideramos un alimento saludable.
En Argentina todavía no hay uno, y la obesidad no es un problema que se va a
resolver en forma individual en un consultorio, si no con políticas públicas”,
añade Allemandi.
Katz coincide en que es necesario contar con un perfil de
nutrientes: “Necesitamos en forma urgente perfiles nutricionales argentinos, un
perfil que sirva para educar, para rotular, para regular y para incentivar la
buena alimentación. El Ministerio de Salud tiene que hacer un perfil de
nutrientes, tomando menúes locales y las tablas de composición de alimentos de
aquí”.
Fuente: Clarín
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