La iniciativa propone que tanto quienes deban vacunarse como
los adultos responsables de un menor reciban información sobre los posibles
riesgos que la inoculación de las vacunas implica y puedan aceptar o no ese
acto médico. "No vacunar a un niño implica un riesgo social",
opinaron los especialistas.
Aunque para algunos parece una controversia cuando menos
insólita, la importancia de las vacunas y la inmunización se constituyó en el
último tiempo en uno de los debates más importantes en materia de salud del
siglo XXI. Sin embargo, la discusión transgredió en los últimos años los
límites de la ciencia y se convirtió en un tema político, legal y hasta
filosófico.
Con el surgimiento de una corriente de pensamiento crítica
de las vacunas se comenzó a consolidar un grupo importante de padres que
prefieren pasar por alto los procesos de inmunización de sus hijos. Estados
Unidos –uno de los países con la situación más crítica respecto de este
movimiento– vio resurgir en 2014 epidemias de enfermedades como el sarampión y
la tos convulsa (erradicadas en el país desde 2002 y 1970, respectivamente) con
más de 20.000 afectados.
Si bien en la Argentina todavía no hay un movimiento
anti-vacunas consolidado, un polémico proyecto de ley puso el tema en debate.
La autora de la iniciativa, que ahora giró a la Comisión de
Acción Social y Salud Pública, es diputada de Unión Pro Paula Urroz.
El texto del polémico proyecto
En su artículo 1, el citado proyecto propone que "las
personas que sean pasibles de vacunación obligatoria u opcional y quienes sean
responsables por la vacuna que reciba un menor a su cargo deberán recibir
previamente una información fehaciente acerca de los riesgos que la inoculación
de la vacuna en cuestión implica, posibilitando la aceptación o no aceptación
de ese acto médico, en cumplimiento del derecho al consentimiento informado
establecido en el Capítulo III de la Ley 26.529″.
Asimismo, la iniciativa establece que "en los lugares
públicos y privados donde se suministren vacunas de cualquier tipo deberá
exhibirse de forma visible un cuadro informativo donde se advierta sobre las
contraindicaciones para la aplicación de las vacunas".
Y aclara que "en caso de presentarse efectos adversos
de cualquier naturaleza, el damnificado o sus representantes legales tendrán la
obligación de denunciarlos ante la Secretaría de Salud".
Entre los fundamentos de su proyecto, Urroz establece que
"las vacunas contienen componentes de naturaleza tóxica (aluminio,
mercurio, polisorbatos, formaldehído, etc.) y biológicos (virus y bacterias
muertas o atenuadas, restos de ADN de células de cultivo humanas y animales)
que conllevan un riesgo, constatado en los hechos, de muerte, enfermedad aguda
o crónica de variada naturaleza, a lo que hay que añadir la modificación del
patrimonio genético".
"En los EEUU se compensó desde 1986 (año de vigencia de
la Ley de Reparación de Efectos Adversos Vacunales) con dos billones de dólares
a quienes sufrieron efectos adversos, teniendo en cuenta que según las mismas
autoridades sanitarias sólo se denuncia un 10% de dichos efectos y se reconoce
sólo la tercera parte de los casos denunciados como tales", informó Urroz
en su propuesta, al tiempo que consideró que "siendo un acto médico que
implica posibles daños, incluso irreparables, se debe considerar el Principio
Precautorio y por lo tanto, incluirse dentro del derecho al consentimiento
informado".
Consultada por Infobae, la médica infectóloga Lilian Testón
aseguró que "las vacunas protegen la salud de los niños y adultos y salvan
vidas. Previenen enfermedades graves e incluso algunas formas de cáncer".
Y remarcó: "Existen décadas de experiencia que indican que las vacunas son
seguras y efectivas y lograron erradicar enfermedades como la polio (excepto en
Pakistán, Nigeria, Afganistán), la viruela, la difteria (actualmente existe un
brote en Venezuela por la vulnerabilidad sociopolítica en que se encuentra), el
sarampión, tétanos y paperas".
"Entiendo que este proyecto de ley se acerca mucho al
activismo anti-vacunas que existe en los EEUU y se acrecentó con las opiniones
del presidente Donald Trump y sus asesores en el tema –analizó la coordinadora
del Departamento de Epidemiología de Grupo Stamboulian–. Estoy de acuerdo con
que los padres sepan los efectos adversos de las vacunas que reciben sus hijos,
en su gran mayoría leves, y que se publican cada semana en el Boletín Integrado
de Vigilancia del Ministerio de Salud de la Nación y son informados por la
mayoría de los médicos".
Al respecto, el doctor Daniel Stamboulian, experto
inmunólogo y director de Fundación Centro de Estudios Infectológicos (Funcei)
señaló de manera categórica: "Las vacunas fueron y son, después del agua
potable, los elementos más importantes para la reducción de las enfermedades y
muertes". Y agregó: "Los llamados 'grupos anti-vacunas' no tienen
ningún sustento científico que los avale. Cuando existe una vacuna capaz de
prevenir una enfermedad, es siempre mejor inmunizarse antes que padecer la
infección. Hay que pensar que si la persona que se enferma pertenece a un grupo
de riesgo, puede tener complicaciones graves e, incluso, perder la vida".
A su tiempo, la doctora Romina Romero (MN 126.531), médica
especializada en infectología y microbiología clínica, responsable de
microbiología en el laboratorio Bombicino Diagnósticos, resaltó que "los
agentes infecciosos que provocan las enfermedades prevenibles mediante
vacunación siguen circulando en algunas partes del mundo, por lo cual, en un
mundo altamente interconectado, esos agentes infecciosos pueden atravesar
fronteras geográficas e infectar a cualquier persona no protegida". Para
ella, "existen dos motivos fundamentales para vacunarse: por un lado
protegernos a nosotros mismos y, por el otro, proteger a quienes nos rodean. La
erradicación mundial de la viruela en la década de los 80, y de la
poliomielitis en la Argentina en 1984, se dio gracias a la vacunación masiva y
sostenida a lo largo de generaciones y generaciones".
Para finalizar, Testón sentenció: "No vacunar a un niño
implica un riesgo social, ya que se convierte en un vector para que la
enfermedad continúe la cadena de transmisión".
Fuente: Infobae
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