El costo global es de 2 billones de dólares, según un
informe; sólo la superan el tabaquismo y la violencia, incluido el terrorismo.
La obesidad ya representa la tercera carga social entre las
que más dinero le cuestan a la población mundial, después del tabaquismo y la
violencia armada, incluidas las guerras y el terrorismo. Cada año, los sistemas
de salud del mundo gastan un total de 2 billones de dólares, sin incluir el 20%
adicional que, según se estima, cuesta el tratamiento de todas las enfermedades
asociadas, como la diabetes, la insuficiencia cardíaca o las complicaciones
gastrointestinales, entre muchas otras.
Así se desprende de un informe que elaboró el Instituto
Mundial McKinsey, que se encarga de la investigación económica de la consultora
del mismo nombre con sede en Nueva York.
Aunque en la Argentina no hay un estudio del impacto
económico, se sabe que el tabaquismo le cuesta a la salud pública 24.000
millones de pesos por año. La última edición de la Encuesta Nacional de
Factores de Riesgo reveló que la obesidad creció 42,5% en ocho años.
Actualmente, el 60% de la población de más de 18 años tiene sobrepeso, y el 21%
sufre de obesidad.
Tras analizar los datos de más de un centenar de
publicaciones de la mejor calidad disponible, los analistas del Instituto
Mundial McKinsey calcularon que el tabaquismo y la violencia armada les cuestan
a las sociedades 2,1 billones de dólares cada uno anualmente.
La tendencia histórica demuestra que el impacto de estos
tres problemas no para de crecer. En cambio, el alcoholismo, en cuarto lugar de
esta lista, se estabilizó con un gasto anual de 1,4 billones de dólares para
mitigar sus consecuencias.
El Instituto de Efectividad Clínica y Sanitaria (IECS), que
está afiliado a la UBA y realiza investigaciones en nuestro país y en América
latina, proyectó que la atención de las enfermedades cardiovasculares (ACV,
enfermedad coronaria e insuficiencia cardíaca) costó en 2013 unos $ 35.000
millones junto con los $24.000 millones que cuesta el tabaquismo.
Un estudio del Centro de Endocrinología Experimental y
Aplicada de la UNLP-Conicet estimó el costo por muerte prematura atribuible a
la obesidad y el sobrepeso en $ 190,5 millones en 2010, año en el que la
prevalencia de una y otra eran, respectivamente, del 34,8% y 14,8%.
El equipo del Instituto Mundial McKinsey relevó las 74
intervenciones más efectivas usadas en los países desarrollados para
contrarrestar la obesidad. La efectividad la definieron por la capacidad de la
estrategia de modificar el índice de masa corporal (IMC), que es la relación
entre la altura y el peso. Pero los autores aclaran, también, que esa variación
sólo aporta "una visión parcial" de los beneficios de la actividad
física.
Un primer análisis de sus resultados publicados hasta ahora
demostró que sólo 44 de esas estrategias implementadas por gobiernos,
municipios, escuelas, empresas, sistemas de salud públicos o privados, la
industria alimentaria o proveedores de servicios de comida cuentan con
evidencia científica sólida que los respalde. La mayoría reduciría esta
epidemia que ya afecta al 30% de la población mundial y que alcanzaría al 41%
dentro de 15 años.
Con esa información y el asesoramiento de un panel de
especialistas de siete centros de investigación universitarios o instituciones
gubernamentales de Australia, Estados Unidos e Inglaterra, entre otros, se
elaboró una especie de "kit de trabajo" con las mejores iniciativas
agrupadas en las 18 áreas que la Organización Mundial de la Salud (OMS)
considera clave para contrarrestar la epidemia de sobrepeso y obesidad en
cualquier país.
Padres bien informados para dar un buen ejemplo a la hora de
comer; la incorporación de la educación alimentaria en la currícula escolar, y
los ambientes amigables con la actividad física en casa, la escuela, el trabajo
y el espacio público conviven en ese kit de 74 intervenciones con la regulación
de la publicidad de productos altamente calóricos, el cumplimiento de las
normas que desalientan el uso excesivo de sal y azúcar, el aumento de los impuestos
a las bebidas azucaradas, la prohibición de elaborar alimentos con grasas trans
y las campañas de salud pública.
Son tan importantes como saber leer la etiqueta de un
envase, reducir el tamaño de las porciones, moverse más y tener acceso a la
atención médica adecuada (incluidos la consejería nutricional, el incentivo de
las conductas saludables mediante la cobertura de nuevas prestaciones, como el
ejercicio, los tratamientos farmacológicos y la cirugía bariátrica).
El secreto está en aplicar un paquete de medidas de forma
sostenida, según comprobaron los autores del informe en una proyección con este
"kit de trabajo" en el Reino Unido, país al que consideraron
representativo de "una economía desarrollada con una prevalencia de la
obesidad en aumento".
El próximo paso es replicar la experiencia en China y México
para comprobar si los resultados se reiteran. "Ocuparse del crecimiento de
la obesidad en el mundo, que está causando el 5% de las muertes por año,
demandará (a los países) un conjunto de intervenciones sostenido que apliquen
distintos sectores", concluyen los autores del informe, tras proyectar su
hipótesis en la población inglesa.
Richard Dobbs, Corinne Sawers, Fraser Thompson, James
Manyika, Jonathan Woetzel, Peter Child, Sorcha McKenna y Angela Spatharou
escriben que la prevalencia de la obesidad está relacionada con la riqueza de
un país.
"Impacta ver cómo muy pocos países escapan a ese
patrón. Sólo Japón y Corea del Sur poseen una prevalencia por debajo del 16%
entre los países del G-20 con un PBI per cápita superior a los 8000 dólares. La
mayoría de los países del G-20 superan el 20 por ciento. Al mirar sólo a los
niños, la prevalencia de la obesidad oscila entre 5 y 20%", dicen los
autores, que LA NACION no pudo contactar hasta ayer a última hora.
"Es un buen informe, con fuentes sólidas, que pretende
llegar a los decisores y las organizaciones de la sociedad civil, pero no es un
paper científico", consideró Adolfo Rubinstein, director del IECS, que no
participó del estudio McKinsey, pero lo revisó para LA NACION.
"La obesidad y su prevención son multicausales -agregó
Rubinstein-. El problema es sistémico y ya se sabe que no depende, como si
fuera un embudo, de las calorías que se consumen y la actividad física que se
realiza. Depende más de la calidad de la dieta, no sólo de la calidad de
calorías o la densidad energética de los alimentos. La obesidad es un problema
de los últimos 20 años. Hoy, afecta a un tercio de la población. Esto tiene
mucho que ver con la urbanización, la globalización, el estilo de vida, las
comidas rápidas, las porciones cada vez más grandes, las bebidas azucaradas y
que los chicos hagan cada vez menos actividad física, con una incidencia de la
obesidad infantil cada vez mayor."
El informe es, para Rubinstein, una estimación
"bastante acertada" de la realidad. "La obesidad -sostuvo- es la
primera causa de diabetes e importante para la enfermedad coronaria."
Experiencia en el Reino Unido
Se ensayó qué efecto tendría un programa con 44 estrategias
de salud pública seleccionadas entre las 74 que el equipo utilizó para el
análisis general
Con ese paquete del 60% de las estrategias, el 20% de la
población con sobrepeso y obesidad podría recuperar su peso normal y el sistema
de salud ahorraría 1200 millones de dólares por año.
Fuente: La Nación
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