Un informe de la revista 'Science' | Unos 768 millones de personas en el mundo carecen de agua potable. Alrededor de mil millones defecan al aire libre por falta de
aseos o letrinas.
Hoy en día, 6.000 millones de los 7.000 millones de
habitantes del planeta tienen acceso a un teléfono móvil. Quienes pueden hacer
sus necesidades en un aseo o letrina apenas llegan a los 4.500 millones. Esta
paradoja, más tecnología que sanitarios, refleja bien una de las brechas que
lastra el desarrollo de la salud global en el planeta, como denuncia un número
especial de la revista Science dedicado a los retos de futuro en materia
sanitaria.
Como recuerda Deb Niemeier, del departamento de Ingeniería
de la Universidad de California (EEUU), unos 768 millones de personas en el
mundo carecen de agua potable y alrededor de mil millones defecan al aire libre
por falta de aseos o letrinas. Una carencia que, recuerda, puede suponer
"la diferencia entre la vida y la muerte por enfermedades
diarreicas". El 90% de estas patologías están relacionadas con la falta de
acceso a sanitarios y "matan en total a más niños menores de cinco años
que el sida, la malaria y el sarampión juntos".
El ubicuo acceso a la tecnología móvil en casi cualquier
suburbio del planeta demuestra que llegar hasta allí es posible, aunque como ha
demostrado la realidad y como destacan varios de los articulistas en esta edición,
los retos y recursos para implementar ciertas infraestructuras públicas (como
el acceSo a agua potable) son mucho más complejos que instalar antenas de
telefonía: social, cultural, política y económicamente.
Haití es un buen ejemplo de esas dificultades. A pesar de
haber recibido de la ayuda internacional 15.000 millones de dólares entre 1995
y 2012 (un periodo en el que esta nación caribeña ha tenido 13 gobiernos
diferentes), el país aún carece de las infraestucturas básicas y apenas un 20%
de sus ciudadanos tiene acceso al saneamiento. El terremoto que devastó el país
en 2010 sólo empeoró las cosas y el sobrevenido brote de cólera ha afectado
desde entonces a 700.000 personas, causando la friolera de 8.500 muertos. Pese
a los planes del gobierno haitiano de erradicar la enfermedad en los próximos
10 años, no todos los especialistas lo consideran un objetivo alcanzable.
Probablemente las millonarias ayudas internacionales de las
que se ha beneficiado el país caribeño en estos últimos años (una gran parte
dilapidada por culpa de la corrupción) no sería posible hoy en día. Como
destaca el periodista Martin Enserick en un análisis con datos del Instituto de
Métrica y Evaluación de la Salud de Seattle (EEUU), no es sólo que la crisis
económica haya llevado a los países occidentales a palparse más el bolsillo a
la hora de hacer donaciones, sino que en la actualidad, los donantes
internacionales quieren más evidencias sobre el impacto que tienen sus ayudas.
Una idea en la que coinciden desde las mismas páginas varios editores de
Science: "En los últimos 15 años, la ayuda al desarrollo se ha triplicado
hasta superar los 30.000 millones de dólares. Sin embargo, ahora que esa
explosión económica se ha frenado es crítico detectar dónde puede ser más
eficaz esa ayuda. Debemos analizar qué funciona y qué no".
Porque a veces la solución a grandes problemas de salud
pública no es necesariamente compleja o muy costosa, como demuestra el reciente
ejemplo de Vietnam. Quizás los accidentes de tráfico no son lo primero en lo
que uno piensa bajo el paraguas de la etiqueta de 'salud global', pero la
realidad es que las carreteras se cobran al año 1,25 millones de vidas en todo
el mundo y la Organización Mundial de la Salud (OMS) incluye esta lacra entre
sus principales preocupaciones. En el país asiático, la ley impulsada en 2007
por el Gobierno para hacer obligatorio el uso del casco en los usuarios de
motocicletas, logró reducir en sólo un año en 1.500 el número de muertes por
accidentes de tráfico (a lo que las estadísticas suman 2.500 heridos menos en
los primeros 365 días de la norma).
Una de las firmas más reconocidas en este paquete de 13
textos sobre los retos de salud pública es la de Melinda Gates, esposa del
creador de Microsoft y creadora junto a él de la Fundación Bill y Melinda
Gates, uno de los actores más importantes en el panorama actual de las ayudas
al desarrollo -en la que los gobiernos han perdido peso en favor de este tipo
de alianzas internacionales, como el Fondo Global de Lucha contra el Sida o la
Alianza de Vacunas Gavi-.
La señora Gates coincide con sus compañeros de páginas en
que no todos los problemas de salud que afectan a los más pobres del planeta
requieren grandes (y costosas) soluciones tecnológicas. "Yo procedo del
mundo de la tecnología, y en los inicios de nuestra fundación teníamos cierta
tendencia hacia las soluciones tecnológicas". Sin embargo, añade,
"aunque nuestro optimismo hacia la tecnología no ha cambiado, hemos ido
ganando gradualmente más aprecio hacia los factores sociales y culturales que
influyen en el desarrollo".
Y uno de los más importantes de esos factores, subraya, es
el género: "Ninguna sociedad puede adquirir todo su potencial con la mitad
de su población marginada y discriminada". A juicio de Melinda Gates, las
mujeres y las niñas tienen que estar en el centro de cualquier iniciativa de
desarrollo y ser agentes imprescindibles de cualquier cambio. Y cita un
ejemplo: "Si las mujeres africanas tuviesen el mismo acceso a la tierra, la
información, los fertilizantes y el agua, la producción agrícola en el
continente africano crecería un 20%".
Sin embargo, las cifras son tozudas en negarle la razón a la
señora Gates y los datos aún demuestran las brechas de género o las abultadas
cifras de mortalidad maternoinfantil que aún sufren algunos países.
El amplio despliegue de la revista incluye también mención
al crecimiento de enfermedades 'occidentales' (como el cáncer o la diabetes) en
países del Tercer Mundo, la urgente necesidad de nuevos antibióticos más
eficaces que los actuales, la lucha contra el tabaco o la necesidad de
mecanismos internacionales de respuesta rápida ante ciertas situaciones que no
entienden de fronteras, como ha puesto de manifiesto el actual brote de ébola
en África occidental.
Fuente: El Mundo
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