martes, 21 de abril de 2015

La crisis del hospital: pacientes en los pasillos y falta de insumos

Clarín recorrió el lugar y se encontró con los problemas de siempre: deterioro, mal olor, falta de luz y de agua caliente.

Parece un hospital de campaña. De esos que se ven en las guerras. Las camillas donde están los pacientes son sillones, en el medio de los pasillos existen mamparas que dividen y forman nuevas “habitaciones”, las ratas y las cucarachas son parte del paisaje habitual, falta luz, basura por todos lados y mal olor. El Hospital Posadas parece estar sumergido en el deterioro sin fin.

Clarín volvió a recorrer el hospital, como lo había hecho hace cinco meses cuando murieron un camillero y un paciente al caer desde una terraza, y vio que la situación sigue siendo igual de caótica. Ahora la intervención por parte del Gobierno nacional volvió a poner a ese centro de salud en el ojo del huracán. La falta de insumos, los problemas edilicios y la precarización laboral se mantienen de la misma manera.Un cartel inmenso de color celeste promociona la “obra finalizada” del Posadas. Atrás de él queda el edificio antiguo, un elefante de siete pisos al que no se le arregló ni una baldosa. O por lo menos eso se ve al recorrer los pasillos del lugar. Allí están la salas de internación, pediatría, quirófano, guardias; a todo ese sector, los trabajadores lo denominan “la villa 31”, en contraposición con el “Puerto Madero” que es el nuevo edificio vidriado que se muestra espléndido justo frente a la autopista del Oeste, donde básicamente hay consultorios externos y oficinas administrativas.

No hace falta tener un ojo biónico para observar el deplorable estado del hospital. Faltan matafuegos, las paredes están rotas, agujereadas, muchas de las ventanas tienen cartones pegados para suplir el vidrio que les falta. La recorrida parece empeorar a cada paso: de repente una mampara detiene la caminata. Del otro lado existe una especie de habitación donde los pacientes son atendidos, acostados en sillones rotos de odontología, el olor no es fácil de soportar y las miradas de los parientes que están sentados en una silla cerca de sus seres queridos lo dicen todo. No hace falta preguntar.Los médicos cuentan cómo es trabajar ahí, relatan que utilizan botellas de gaseosa como bolsas colectoras de orina, dicen también que a los pacientes los deben mandar a comprar bananas ya que no tienen potasio en ampollas para inyectarles. 

Cuentan además que a muchos les otorgan un permiso especial para que se puedan bañar en sus casas y luego vuelvan rápido, ya que los baños no cuentan con agua caliente en sus duchas.La luz es otro problema: en pediatría, por ejemplo, deben vacunar a los chicos en la única habitación en donde funcionan todas las lámparas. En los casos de emergencias el traslado puede ser el problema más amenazante, es que sólo funcionan dos ascensores que utilizan por igual tanto el personal como los pacientes que están para un chequeo médico.En el séptimo piso, la terraza a la que hace cinco meses accedió un paciente psiquiátrico que luego cayó al vacío junto con el camillero Emmanuel García, seguía abierta ayer. Una cinta de “Peligro” era lo único que impedía su acceso.

Fuente: Clarín

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