Son tratamientos sin consenso
médico, que se utilizan en otros países y que por vía de un amparo judicial
llegan a los pacientes argentinos. Especialistas dicen que en muchos casos no
lograr revertir el cuadro original, y generan un gasto innecesario. Piden que
los jueces conozcan más sobre la realidad del sector farmacéutico. Lo mismo
sucede con las mentadas terapias con células madre, que el senado quiere
controlar a través de una ley marco.
En uno de los últimos encuentros del Consejo de Obras y
Servicios Sociales de la República Argentina (COSSPRA), que reúne a las
entidades públicas de asistencia de todo el país, funcionarios y especialistas
se quejaron de la “judicialización de la salud”, por la cual a través de
recursos de amparos se obliga a cubrir medicamentos y tratamientos experimentales
de alto costo y que no aseguran la efectividad ni la seguridad del paciente. La
advertencia es parte de una preocupación de un sector de la salud, que ve como
jueces autorizan la compra de fármacos que no siempre son seguros ni garantizan
ser efectivos, y que crean falsas expectativas en los pacientes. Algo similar
ocurre con las terapias con células madres, un peligros boom que podría ser
regulado por ley en el país.
El mecanismo funciona de forma aceitada. Un paciente
diagnosticado con una enfermedad compleja recibe información (de un médico o
por Internet) de un tratamiento experimental que se hace en Estados Unidos o
China. Como la autoridad sanitaria no lo autoriza por su carácter de
experimental, su obra social o prepaga no lo cubre. Pero antepone un recurso de
amparo, un juez falla a favor y debe recibir el fármaco o tratamiento.
Los especialistas dicen que este proceso es complejo, ya que
no garantiza la efectividad ni la cura del paciente, y eleva considerablemente
los costos para las entidades médicas. En algunos casos, estos fármacos tienen
un costo mensual de 50 mil pesos, y deben aplicarse por seis u ocho meses. Si
bien se admite que su resultado “es potencialmente un poco mejor que una
combinación de fármacos existentes en la Argentina”, el costo del tratamiento
local es del 10 por ciento, una ecuación que termina lesionado al sistema de
atención.
En una nota publicada en el diario BAE, en casos muchos los
casos “donde las obras sociales se ven obligadas a cumplir requerimientos que
demandan costos de financiación muy altos para la entidad y que no siempre son
para una mejora concreta”, y advierte sobre una Justicia que “imparte
sentencias sobre temas que no siempre conoce en profundidad”.
“Ninguna entidad de seguridad social se niega a brindar lo
mejor para que un trabajador esté sano; pero éstas no son financiadoras de la
utilización de nuevas tecnologías para experimentar cómo es ‘esto nuevo’ que el
mundo científico ha desarrollado”, destaca la nota publicada en el matutino
porteño.
La preocupación por esta judicialización de la salud llegó a
los ámbitos oficiales. En una editorial publicada por el sitio del COSSPRA,
Antonio La Scaleia –titular de la entidad y del IOMA –precisó que los “motivos
reiterados en muchos amparos son el aumento de cobertura del 100 por ciento de
medicamentos o prácticas que tienen copagos, marcas comerciales de medicamentos
o prótesis, prácticas fuera del plan de cobertura, de normativas, o que nunca
fueron solicitadas a la obra social, medicamentos de venta libre que no
respetan consensos nacionales e internacionales”.
Los datos son concretos: en el período abril 2010-2011, hubo
un total de 469 amparos, un 37 por ciento por medicamentos. Además, se pidieron
amparos por fertilización (16 por ciento), prótesis (8), cirugía (9), escuelas
especiales (9), internación domiciliaria (5), terapias (5), acompañamiento
terapéutico (4), transporte (4)y centro de día (3).
La Scaleia planteó algunas reflexiones ante la calificada
audiencia. “¿Las decisiones judiciales, en este tipo de intervención, podrían
generar una co-administración de los recursos? ¿El reclamo sin límite o aquel
que se contrapone con la evidencia científica y con las normas académicas o
consensos, nacionales e internacionales, debería ser otorgado a través de una
medida judicial?”.
Células madre
Algo similar a lo que sucede con los medicamentos pasa con
las terapias con células madre, un boom que lleva a muchos pacientes con enfermedades terminales a juntar sumar millonarias para
viajar al exterior a realizar tratamientos que en la mayoría de los casos no
están probados y son potencialmente peligrosos. Para evitar cualquier tipo de
abuso, en el país se estudia una ley para regular esta actividad. Por eso, esta
semana hubo una reunión en el Senado, donde especialistas aseguraron que esas
terapias “pueden producir no sólo desilusión y pérdidas económicas sino también
agravamientos de los cuadros”.
“En general, estas ofertas de tratamientos se dirigen a
enfermedades incurables, altamente incapacitantes”, explicó en la audiencia en
la cámara alta Fernando Pitossi, director del Laboratorio de Terapias
Regenerativas y Protectoras del Sistema Nervioso del Instituto Leloir e
investigador del CONICET. “La razón es simple: los pacientes o sus familiares
son altamente vulnerables a la promesa de cura o de mejora de la calidad de
vida”.
Los riesgos de participar de un tratamiento no aprobado
experimental con células madre no solo se limitan a las pérdidas económicas y a
la desilusión ante la falta de respuestas clínicas: también pueden agravar la
enfermedad del paciente. En febrero de 2009, por ejemplo, la revista PLoS
Medicine reportó el caso de un niño con una enfermedad neurológica (ataxia
telagiectasia) al que trataron con células madre fetales; al término de la
terapia, el paciente no sólo no se curó, sino que además contrajo dos tumores
cerebrales.
Muchos de esos tratamientos son muy costosos y no tienen
ningún tipo de control o seguimiento por parte de la autoridad sanitaria
competente, indicó la doctora Fabiana Arzuaga, coordinadora de la Comisión
Asesora en Terapias Celulares y Medicina Regenerativa del Ministerio de Ciencia,
Tecnología e Innovación Productiva.
“Estas terapias, que se ofrecen en China y otras partes del
mundo, son financiadas en muchas casos por colectas ciudadanas, recursos
privados o por vía de recursos de amparo para que el sistema de salud (público
o privado) solvente su realización”, destacó.
La investigación en células madre ha registrado un fuerte
avance en los últimos años. Los científicos visualizan la posibilidad de
emplearlas para reconstruir tejidos y órganos dañados por diferentes
enfermedades, como Parkinson, diabetes o afecciones cardiovasculares. Sin
embargo, es necesario mucho esfuerzo en investigación hasta poder establecer
nuevos tratamientos seguros y eficaces, afirmó Pitossi, quien también es
director ejecutivo de la Plataforma de Células Madre Reprogramadas Humanas
(PLACEMA).
Pitossi y Arzuaga participaron de un seminario internacional
realizado en un anexo del Senado con el objeto de abonar el terreno para el
diseño de una ley nacional que unifique y armonice la investigación y terapias
con células, garantizando su seguridad y eficacia. “Es clara y muy comprensible
la urgencia de los pacientes y sus familias en probar cualquier intervención
que tenga visos de mejorar, aunque sea, la calidad de vida de uno mismo o del
ser querido. Sin embargo, hay que crear conciencia que probar tratamientos no
autorizados tiene riesgos y pueden provocar problemas físicos, emocionales y
económicos”, concluyó Pitossi.
Ante esto, los especialistas coinciden en que es necesario
crear un puente entre la ciencia y la Justicia para que ésta pueda conocer la
problemática de un lado y del otro. Saber al menos cuándo se trata de un
negocio y cuándo se trata realmente de la salud y la vida de una persona. “En
esto tiempos donde se busca mejorar la calidad institucional y el buen
funcionamiento judicial al servicio de los ciudadanos, es imperioso también
desarticular esos intereses que sólo buscan beneficios económicos y enfrentan a
los jueces con los financiadores de la salud, especulando con el derecho, de
todo trabajador, a acceder a una prestación médica digna”, finalizó la nota de
BAE.
Fuente: Mirada Profesional Farmacéutica
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